Testimonio resumido.
Fecha Testimonio: Noviembre de 1973
Nombre: José Mary Ciudad: Deusto-Bilbao (Vizcaya) Edad: 00
Enfermedad desde: 10 de marzo de 1972
Fecha curación: 19 de marzo de 1972
Utilizó el agua: En la Policlínica
Enfermedad, Dolencia: TROMBOSIS, EDEMA CEREBRAL CON HEMIPLEJIA DEL LADO IZQUIERDO.
EL MILAGRO del AGUA del POZO de la CASA FORESTAL de MONTE UMBE (LAUQUINIZ, VIZCAYA), bendecida para SIEMPRE por la VIRGEN PURA DOLOROSA, manifestada repetidas veces a su “VIDENTE” Felisa SISTIAGA Y OROZCO, mujer del que fue guarda forestal, Bonifacio ARRIETA Y LIBARONA, desde septiembre de 1938 al 4 de enero de 1970 de esa finca de 500 Hectáreas, propiedad de la CAJA DE AHORROS VIZCAINA, patrocinada por la DIPUTACIÓN de VIZCAYA.
EL CASO del Hermano José Mary B. Y A. enfermo de la UNIVERSIDAD de DEUSTO, BILBAO (Vizcaya).
Fecha, diez de marzo de 1972, hacia las diez de la mañana me lo encontré junto a mi habitación en el tránsito de la Capilla de los Alumnos. Me informó un tanto contrariado que le enviasen como enfermo al Padre José Antonio L. de 85 años a su enfermería, pues se encontraba extraordinariamente atareado con tantos alumnos ya del Colegio Mayor, Teo logado y universitarios.
Observé que se llevó su mano al carrillo izquierdo y aprecié en él algo anormal, como si se iniciara una paralización muscular del mismo.
Le expuse algunas razones para justificar la determinación de los Superiores, añadiendo que quizá le enviasen algún ayudante, como así sucedió, ya que con el enfermo vino el Hermano Jesús B.
Alrededor de las tres de la tarde llegaba ese mismo día el Padre José Antonio L. en coche que se paró a la altura de nuestro comedor actual, y tanto nuestro enfermo José Mary, que le recibió con mucha caridad y cariño, le acompañamos a su habitación nº 5 de la enfermería, llevándose a él y su equipaje.
Esa tarde tuvo la visita de sus familiares: dos hermanas suyas Religiosas, otra soltera de nombre Pilar, su cuñada Isabel G. viuda de Don Enrique L. y dos hijos de ésta, quizá Don Antonio L. sacerdote, y su yerno esposo de su hija.
A las ocho me encontraba con ellos; vino José Mary a decirle que dentro de media hora le serviría la cena y le dijese se le apetecía; caldo, tortilla a la francesa y pescado. Aceptó su ofrecimiento, despidiendo a sus familiares, y le dijo al enfermero que yo. El Hermano Pascual U., me quedaría con él un rato para rezar juntos el Rosario, y así lo hicimos.
José Mary le preparó la cena en la cocina de la enfermería, servida por el Hermano Jesús B.; y cuando en la cocina le pelaba una naranja para su postre, en presencia del Hermano Ricardo A., tuvo el ataque de trombosis, adema cerebral con hemiplejia del lado izquierdo, cayendo al suelo.
Se le trasladó inmediatamente a la Policlínica de San Antonio, cuyo Director Don Luis G. es el médico de nuestra Universidad, quien informó ser grave su dolencia y la conveniencia de administrarle el Sacramento de Enfermos. Estando aún con conocimiento se lo propuso y se le administró.
Al día siguiente, once y sábado, al mediodía me presenté en la Policlínica junto a la habitación 306, ocupada por nuestro enfermo. En el pasillo se hallaban su hermana con dos sobrinos a quienes no les permitieron visitarle, ya que en su puerta había un letrero anunciando: “Prohibida la entrada por prescripción facultativa”. Despedían a sus familiares y aproveché ese momento para abrir la puerta de su habitación, y sin entrar, desde fuera, vi a nuestro enfermero acompañado de un tal Pablo, vestido de blanco, enfermero de la misma; y levantando en alto mi mano le saludé diciendo: “José Mary no se apure que le voy a traer el remedio”. Pensé entonces en el AGUA MILAGROSA del POZO de MONTE UMBE.
Respondió a mi saludo levantando su mano derecha, con muestras de alegría.
Trascurrida la semana, pasaba junto a la habitación de nuestro Padre Superior, Juan L., quien me dijo: ¿por qué no le visita al Hermano José Mary? Sencillamente por la prohibición. Me respondió “puede Vd. ir cuando quiera”. Ese mismo día, 18 y sábado, al mediodía me presenté en su habitación. Le encontré en estado agónico, con la boca desmesuradamente abierta, casi toda la semana llevaba sin conocimiento. Junto a él a poca distancia, de pie y a modo de observación, se hallaba el Padre de la Universidad cuyo nombre y apellido corresponde a estas iniciales C. L., a quien dirigí estas o parecidas palabras; este pobre, si despierta, ¿Cómo tendrá la garganta y la boca?. Si me descuido algún día en respirar de noche por la boca, tengo al despertar tal sequedad que me da la impresión de tener una teja seca en la garganta y la boca, e inmediatamente me pongo a hacer saliva con dificultad para normalizarlas. Su respuesta fue algo así: “Algunos tenemos ese defecto que no podemos respirar por la nariz”. Permanecí poco tiempo más y salí en dirección de la Universidad de Deusto.
Pero he aquí lo que sucedió de extraordinario aquella misma tarde. Luego de repartir el correo etc., a eso de las 7:30 pasé por la Sala de Lectura y recreo, me puse a jugar al Chinchón (naipes) para completar el cuarto puesto. A mi izquierda se hallaba el P. Basilio A., a la derecha tenía al P. Ramón G. y en frente se encontraba el P. Luis B. (Director de la Comercial). Iba yo perdiendo La partida; pero he aquí que sin apenas darme cuenta se me salió esta frase inspirada: “SI USTEDES ME PERMITEN LES VOY A HACER CHINCHÓN”. Se entiende ganar todo el juego.
Debió dar cartas él de mi izquierda. Recogí de encima la mesa el cuatro de espadas, visto de todos. Proseguía el juego, y otra vez el de mi izquierda puso sobre la mesa el diez de espadas, que enseguida pretendió retirarlo. Le dije: “Haga el favor de dejarla en la mesa”. Lo cogí y de ese modo les presenté el CHICHÓN; realizado con siete barajas del mismo palo en escalera de numeración, en este caso, del cuatro de espadas hasta el diez. Tenía tras de mí, de mirón, al teólogo P. Juan V., quien al ver esta profecía cumplida en cinco minutos se conmovió; pero interiormente recibí en mi alma una ilustración que me decía: “cumple lo prometido a José Mary”; con sosiego, sin prisa y ajustándome a mis obligaciones cotidianas e miembro de una comunidad religiosa. Al día siguiente 19 y domingo, me levanté temprano, a eso de las 4:20; pues el Hermano Ricardo A. de 81 años se hallaba indispuesto con ligeros mareos, y le suplía preparando el desayuno.
Si hubo, oiría la primera Misa dicha por el P. A. a las 5:10; luego a las 7 la celebrada por el P. Daniel J.; más tarde a las 8 la concelebrada por el P. Rector y otros. A continuación me retiré a mi habitación, y en horizontal por mi corazón que padece un Cardiopilar con flaqueza de rocío derecho de origen coronario, escuche por radio la Misa de las 9 de la Basílica de Begoña. Me arreglé limpiándome los pies y cortando las callosidades de sus plantas.
A eso de las once, paseando por el tránsito superior junto a la enfermería, tuve esta otra inteligencia en el alma: “Ha fallecido; pero sigue adelante”. Desde nuestra portería, a las once y media telefoneé a una piadosa devota de la VIRGEN PURA DOLOROSA de MONTE UMBE: - Doña Julia, ¿tiene Vd. agua del Pozo de Monte Umbe? – Sí, tengo un poco; pero venga Vd. pronto que voy a salir de casa. Pedí un taxi y me dirigí allí.
Mientras me llenaba una botella de litro me comunicó como estuvo esperando dos horas para que se marchase el actual guarda, un tal Paco, para poder coger el agua sin molestias personales. Me advirtió que allí había que ir a hacer penitencia y oración ya que la Santísima Virgen, siempre que se le aparece a la “VIDENTE” Felisa SISTIAGA se le presenta de DOLOROSA con un corazón y siete espadas bordado de oro en su traje negro y sobre su pecho; y precisamente pide eso por la conversión de los pecadores, las almas del purgatorio; y la erección de una CAPILLA allí , donde por primera vez se le apareció por la Paz del Mundo, indicándole que se realicen procesiones recorriendo el camino por donde ELLA desde el Pozo fue a su casa la primera vez para salvarla. Quiere también particularmente que se consideren los sufrimientos de su DIVINO HIJO y de los SUYOS para bien de la HUMANIDAD. Mientras me hacía el relleno de la botella le recité el Stabet Mater Dolorosa, traducción de Lope de Vega, y a medida que avanzaba en el verano le iba dando tono, de suerte que le caían lágrimas.
Proseguí mi carrera en taxis. Al llegar a la Policlínica el chofer me indicó que tenía próximo servicio y la pagase. Le dije que no, que sería breve, que no haría más que subir y bajar, con lo cual, lleno de prisa me presenté en la habitación 306, donde hallé al Hermano José Mary que yacía muy bien preparado con los ojos y la boca cerrados. Me pareció que tenía la cara hinchada, sin color y más redonda que de ordinario.
De pie a su cabecera se encontraba el Hermano Fernando I., 60 años, enfermo como en observación; detrás sentado en una silla el Hermano Lázaro C. de 50 años. Les comuniqué lo que pretendía: lavarle la cara y los pies, sin decirles más. Nuestro aparejador de la Universidad de Deusto Hermano C. se levantó de la silla y daba muestras de oponerse a mi intento. No así el Hermano Fernando I., que luego se manifestó no me puedo resistir, y comenzó a decir: sí, sí, sí ….. esto no le va hacer ningún mal. Nos acercamos al lavabo y sobre él empecé a verter en el esponje nuevo que para el efecto llevaba preparado, el litro de agua, y cuando se esponjaba notablemente me indicó que era demasiada agua, que íbamos a mojar la cama. Entonces lo estrujé doblándolo, desprendiendo de sí bastante agua. Me dijo: ahora sí, ya está bien.
Le pasé al yacente el esponje humedecido por la cara; le levanté la cabeza y se la lavé hasta el cuello. Les dije que le descubriesen los pies, y se los observé para saber cómo eran las piernas de un muerto. Estaban amarilleándose de arriba abajo. En la pierna de la derecha tenía unas veintitantas estrellitas diseminadas de color morado negro; en la izquierda quizá una quincena del mismo estilo. Sus piernas eran rollizas y pesaban bastante para poderlas levantar con mi brazo izquierdo, que lo tengo roto en tres sitios, y arreglado con un tubo de plástico con cuatro remaches, que me colocó el ortopédico Ramón L. y U. en aquella misma Policlínica el 8 de mayo de 1967, cuando ocupé esa misma habitación por atropello de auto. Mientras le efectuaba el lavado de los pies, H.I me decía: “no le haga cosquillas en las plantas que tiene puesta la sonda”. Terminada esa operación sin que el yacente diera señales de vida, a prisa corrí al taxi. Por el camino en mi viaje de retorno, recordando lo que me indicó la devota, recité interiormente el Llanto de la Virgen de Lope de Vega por nuestro José Mary.
Por la tarde, a las dos y media, en la sobremesa estando tomando el café, llegó el Hermano Lázaro C. emocionado y agarrándome del hombro derecho me dijo: ¡”Ha reaccionado”! Le respondí: me alegro. Al de un minuto se me acercó el Hermano Iñarra, enfermero, que también en igual estado que el anterior me hizo señas para que me levantase de la mesa y le siguiera al ángulo de entrada del comedor. Y allí me empezó a preguntar: ¿Qué ha sido eso? ¿Qué le ha hecho Usted? – Sencillamente el agua del Pozo de la Casa Forestal de Monte Umbe, bendecida para siempre el 20 de junio de 1969 por la VIRGEN PURA DOLOROSA que así se lo manifiesta a su “VIDENTE” Felisa. - ¿Y qué le ha echado en el vaso? – Lo mismo, agua del tal Pozo de Monte Umbe.
Por la noche en la reunión que solíamos tener a las 10, el P. Jaime E. me hizo alguna alusión al tal caso, y le contesté: “No tiene explicación púes la Santísima Virgen promete la curación aquel que se lave la cara y los pies con dicha agua; pero José Mary ni se ha lavado ni ejercitado su voluntad, púes estaba como un tronco cuando le lavé. Su respuesta fue: “pero Usted ha hecho de padrino”.
Al siguiente día el P. Basilio A., ministro de la Comunidad, ordenó que no pasase por la Policlínica.
El domingo siguiente vino a Casa procedente de Londres el Hermano Manuel E., misionero de Gujarat, residente en Ahmedabad que fue a comprar unas piezas para la imprenta que tiene en la India. Le acompañaba por la Gran Vía de Bilbao, y junto al Corte Inglés, me hizo le narrase lo ocurrido con José Mary, y al terminar esa narración me añadió: “el Hermano Pascual U. no sabía que cuando le lavó la cara y los pies al Hermano José Mary era ya cadáver”. Le respondí: púes hemos resucitado a un muerto sin darnos cuenta.
NOTA.- En la Policlínica de San Antonio de Bilbao nadie fallece oficialmente en ella. Cuando acaece una defunción, al de media hora aproximadamente, de acurdo con los familiares del difunto, ponen el cadáver en una ambulancia para su traslado a destino, donde finalmente se certifica su defunción ya en tránsito o a su llegada.
Loyola (Guipúzcoa) XI/1973
Firmado: Pascual- Manuel U. s.j.
1º Vienes de mes 3 de agosto de 1973
Este verano en Guetaria (Guipúzcoa) salí de paseo el P. Luis Mª. E. y A. por la mañana, hacia el Puerto. Pasamos por el túnel que estaba fresco y agradable por lo que nos detuvimos en él un rato. Me manifestó que se encontraba como si estuviese dormido y de pie. Avanzamos por la defensa del mar hacia el viejo Astillero de Paco L., donde nos sentamos en unos tablones que los dispusimos para tal efecto. Me comunicó que le agradó la intervención que tuvo un Padre en la Misa concelebrada, hablando sobre la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. De vuelta hicimos una breve visita al Santísimo en la Iglesia. Por la calle me dijo: ¿“que haría Usted si yo me cayese ahora al suelo”?.
Al día siguiente a las 5, oí voces vascas, me levanté observé a mi alrededor, no vi nada. En el piso de arriba, en el W.C. que estaba cerrado y con luz, entraron por el montante a las 9:30 y allí se encontraba de bruces en el suelo. Tuvo una trombosis cerebral y al tercer día fallecía en la Policlínica de San Antonio de Bilbao, sin recuperar el conocimiento.
Firmado: Pascual- Manuel U. s.j.
Informes: No se aporta
Nombre: José Mary Ciudad: Deusto-Bilbao (Vizcaya) Edad: 00
Enfermedad desde: 10 de marzo de 1972
Fecha curación: 19 de marzo de 1972
Utilizó el agua: En la Policlínica
Enfermedad, Dolencia: TROMBOSIS, EDEMA CEREBRAL CON HEMIPLEJIA DEL LADO IZQUIERDO.
EL MILAGRO del AGUA del POZO de la CASA FORESTAL de MONTE UMBE (LAUQUINIZ, VIZCAYA), bendecida para SIEMPRE por la VIRGEN PURA DOLOROSA, manifestada repetidas veces a su “VIDENTE” Felisa SISTIAGA Y OROZCO, mujer del que fue guarda forestal, Bonifacio ARRIETA Y LIBARONA, desde septiembre de 1938 al 4 de enero de 1970 de esa finca de 500 Hectáreas, propiedad de la CAJA DE AHORROS VIZCAINA, patrocinada por la DIPUTACIÓN de VIZCAYA.
EL CASO del Hermano José Mary B. Y A. enfermo de la UNIVERSIDAD de DEUSTO, BILBAO (Vizcaya).
Fecha, diez de marzo de 1972, hacia las diez de la mañana me lo encontré junto a mi habitación en el tránsito de la Capilla de los Alumnos. Me informó un tanto contrariado que le enviasen como enfermo al Padre José Antonio L. de 85 años a su enfermería, pues se encontraba extraordinariamente atareado con tantos alumnos ya del Colegio Mayor, Teo logado y universitarios.
Observé que se llevó su mano al carrillo izquierdo y aprecié en él algo anormal, como si se iniciara una paralización muscular del mismo.
Le expuse algunas razones para justificar la determinación de los Superiores, añadiendo que quizá le enviasen algún ayudante, como así sucedió, ya que con el enfermo vino el Hermano Jesús B.
Alrededor de las tres de la tarde llegaba ese mismo día el Padre José Antonio L. en coche que se paró a la altura de nuestro comedor actual, y tanto nuestro enfermo José Mary, que le recibió con mucha caridad y cariño, le acompañamos a su habitación nº 5 de la enfermería, llevándose a él y su equipaje.
Esa tarde tuvo la visita de sus familiares: dos hermanas suyas Religiosas, otra soltera de nombre Pilar, su cuñada Isabel G. viuda de Don Enrique L. y dos hijos de ésta, quizá Don Antonio L. sacerdote, y su yerno esposo de su hija.
A las ocho me encontraba con ellos; vino José Mary a decirle que dentro de media hora le serviría la cena y le dijese se le apetecía; caldo, tortilla a la francesa y pescado. Aceptó su ofrecimiento, despidiendo a sus familiares, y le dijo al enfermero que yo. El Hermano Pascual U., me quedaría con él un rato para rezar juntos el Rosario, y así lo hicimos.
José Mary le preparó la cena en la cocina de la enfermería, servida por el Hermano Jesús B.; y cuando en la cocina le pelaba una naranja para su postre, en presencia del Hermano Ricardo A., tuvo el ataque de trombosis, adema cerebral con hemiplejia del lado izquierdo, cayendo al suelo.
Se le trasladó inmediatamente a la Policlínica de San Antonio, cuyo Director Don Luis G. es el médico de nuestra Universidad, quien informó ser grave su dolencia y la conveniencia de administrarle el Sacramento de Enfermos. Estando aún con conocimiento se lo propuso y se le administró.
Al día siguiente, once y sábado, al mediodía me presenté en la Policlínica junto a la habitación 306, ocupada por nuestro enfermo. En el pasillo se hallaban su hermana con dos sobrinos a quienes no les permitieron visitarle, ya que en su puerta había un letrero anunciando: “Prohibida la entrada por prescripción facultativa”. Despedían a sus familiares y aproveché ese momento para abrir la puerta de su habitación, y sin entrar, desde fuera, vi a nuestro enfermero acompañado de un tal Pablo, vestido de blanco, enfermero de la misma; y levantando en alto mi mano le saludé diciendo: “José Mary no se apure que le voy a traer el remedio”. Pensé entonces en el AGUA MILAGROSA del POZO de MONTE UMBE.
Respondió a mi saludo levantando su mano derecha, con muestras de alegría.
Trascurrida la semana, pasaba junto a la habitación de nuestro Padre Superior, Juan L., quien me dijo: ¿por qué no le visita al Hermano José Mary? Sencillamente por la prohibición. Me respondió “puede Vd. ir cuando quiera”. Ese mismo día, 18 y sábado, al mediodía me presenté en su habitación. Le encontré en estado agónico, con la boca desmesuradamente abierta, casi toda la semana llevaba sin conocimiento. Junto a él a poca distancia, de pie y a modo de observación, se hallaba el Padre de la Universidad cuyo nombre y apellido corresponde a estas iniciales C. L., a quien dirigí estas o parecidas palabras; este pobre, si despierta, ¿Cómo tendrá la garganta y la boca?. Si me descuido algún día en respirar de noche por la boca, tengo al despertar tal sequedad que me da la impresión de tener una teja seca en la garganta y la boca, e inmediatamente me pongo a hacer saliva con dificultad para normalizarlas. Su respuesta fue algo así: “Algunos tenemos ese defecto que no podemos respirar por la nariz”. Permanecí poco tiempo más y salí en dirección de la Universidad de Deusto.
Pero he aquí lo que sucedió de extraordinario aquella misma tarde. Luego de repartir el correo etc., a eso de las 7:30 pasé por la Sala de Lectura y recreo, me puse a jugar al Chinchón (naipes) para completar el cuarto puesto. A mi izquierda se hallaba el P. Basilio A., a la derecha tenía al P. Ramón G. y en frente se encontraba el P. Luis B. (Director de la Comercial). Iba yo perdiendo La partida; pero he aquí que sin apenas darme cuenta se me salió esta frase inspirada: “SI USTEDES ME PERMITEN LES VOY A HACER CHINCHÓN”. Se entiende ganar todo el juego.
Debió dar cartas él de mi izquierda. Recogí de encima la mesa el cuatro de espadas, visto de todos. Proseguía el juego, y otra vez el de mi izquierda puso sobre la mesa el diez de espadas, que enseguida pretendió retirarlo. Le dije: “Haga el favor de dejarla en la mesa”. Lo cogí y de ese modo les presenté el CHICHÓN; realizado con siete barajas del mismo palo en escalera de numeración, en este caso, del cuatro de espadas hasta el diez. Tenía tras de mí, de mirón, al teólogo P. Juan V., quien al ver esta profecía cumplida en cinco minutos se conmovió; pero interiormente recibí en mi alma una ilustración que me decía: “cumple lo prometido a José Mary”; con sosiego, sin prisa y ajustándome a mis obligaciones cotidianas e miembro de una comunidad religiosa. Al día siguiente 19 y domingo, me levanté temprano, a eso de las 4:20; pues el Hermano Ricardo A. de 81 años se hallaba indispuesto con ligeros mareos, y le suplía preparando el desayuno.
Si hubo, oiría la primera Misa dicha por el P. A. a las 5:10; luego a las 7 la celebrada por el P. Daniel J.; más tarde a las 8 la concelebrada por el P. Rector y otros. A continuación me retiré a mi habitación, y en horizontal por mi corazón que padece un Cardiopilar con flaqueza de rocío derecho de origen coronario, escuche por radio la Misa de las 9 de la Basílica de Begoña. Me arreglé limpiándome los pies y cortando las callosidades de sus plantas.
A eso de las once, paseando por el tránsito superior junto a la enfermería, tuve esta otra inteligencia en el alma: “Ha fallecido; pero sigue adelante”. Desde nuestra portería, a las once y media telefoneé a una piadosa devota de la VIRGEN PURA DOLOROSA de MONTE UMBE: - Doña Julia, ¿tiene Vd. agua del Pozo de Monte Umbe? – Sí, tengo un poco; pero venga Vd. pronto que voy a salir de casa. Pedí un taxi y me dirigí allí.
Mientras me llenaba una botella de litro me comunicó como estuvo esperando dos horas para que se marchase el actual guarda, un tal Paco, para poder coger el agua sin molestias personales. Me advirtió que allí había que ir a hacer penitencia y oración ya que la Santísima Virgen, siempre que se le aparece a la “VIDENTE” Felisa SISTIAGA se le presenta de DOLOROSA con un corazón y siete espadas bordado de oro en su traje negro y sobre su pecho; y precisamente pide eso por la conversión de los pecadores, las almas del purgatorio; y la erección de una CAPILLA allí , donde por primera vez se le apareció por la Paz del Mundo, indicándole que se realicen procesiones recorriendo el camino por donde ELLA desde el Pozo fue a su casa la primera vez para salvarla. Quiere también particularmente que se consideren los sufrimientos de su DIVINO HIJO y de los SUYOS para bien de la HUMANIDAD. Mientras me hacía el relleno de la botella le recité el Stabet Mater Dolorosa, traducción de Lope de Vega, y a medida que avanzaba en el verano le iba dando tono, de suerte que le caían lágrimas.
Proseguí mi carrera en taxis. Al llegar a la Policlínica el chofer me indicó que tenía próximo servicio y la pagase. Le dije que no, que sería breve, que no haría más que subir y bajar, con lo cual, lleno de prisa me presenté en la habitación 306, donde hallé al Hermano José Mary que yacía muy bien preparado con los ojos y la boca cerrados. Me pareció que tenía la cara hinchada, sin color y más redonda que de ordinario.
De pie a su cabecera se encontraba el Hermano Fernando I., 60 años, enfermo como en observación; detrás sentado en una silla el Hermano Lázaro C. de 50 años. Les comuniqué lo que pretendía: lavarle la cara y los pies, sin decirles más. Nuestro aparejador de la Universidad de Deusto Hermano C. se levantó de la silla y daba muestras de oponerse a mi intento. No así el Hermano Fernando I., que luego se manifestó no me puedo resistir, y comenzó a decir: sí, sí, sí ….. esto no le va hacer ningún mal. Nos acercamos al lavabo y sobre él empecé a verter en el esponje nuevo que para el efecto llevaba preparado, el litro de agua, y cuando se esponjaba notablemente me indicó que era demasiada agua, que íbamos a mojar la cama. Entonces lo estrujé doblándolo, desprendiendo de sí bastante agua. Me dijo: ahora sí, ya está bien.
Le pasé al yacente el esponje humedecido por la cara; le levanté la cabeza y se la lavé hasta el cuello. Les dije que le descubriesen los pies, y se los observé para saber cómo eran las piernas de un muerto. Estaban amarilleándose de arriba abajo. En la pierna de la derecha tenía unas veintitantas estrellitas diseminadas de color morado negro; en la izquierda quizá una quincena del mismo estilo. Sus piernas eran rollizas y pesaban bastante para poderlas levantar con mi brazo izquierdo, que lo tengo roto en tres sitios, y arreglado con un tubo de plástico con cuatro remaches, que me colocó el ortopédico Ramón L. y U. en aquella misma Policlínica el 8 de mayo de 1967, cuando ocupé esa misma habitación por atropello de auto. Mientras le efectuaba el lavado de los pies, H.I me decía: “no le haga cosquillas en las plantas que tiene puesta la sonda”. Terminada esa operación sin que el yacente diera señales de vida, a prisa corrí al taxi. Por el camino en mi viaje de retorno, recordando lo que me indicó la devota, recité interiormente el Llanto de la Virgen de Lope de Vega por nuestro José Mary.
Por la tarde, a las dos y media, en la sobremesa estando tomando el café, llegó el Hermano Lázaro C. emocionado y agarrándome del hombro derecho me dijo: ¡”Ha reaccionado”! Le respondí: me alegro. Al de un minuto se me acercó el Hermano Iñarra, enfermero, que también en igual estado que el anterior me hizo señas para que me levantase de la mesa y le siguiera al ángulo de entrada del comedor. Y allí me empezó a preguntar: ¿Qué ha sido eso? ¿Qué le ha hecho Usted? – Sencillamente el agua del Pozo de la Casa Forestal de Monte Umbe, bendecida para siempre el 20 de junio de 1969 por la VIRGEN PURA DOLOROSA que así se lo manifiesta a su “VIDENTE” Felisa. - ¿Y qué le ha echado en el vaso? – Lo mismo, agua del tal Pozo de Monte Umbe.
Por la noche en la reunión que solíamos tener a las 10, el P. Jaime E. me hizo alguna alusión al tal caso, y le contesté: “No tiene explicación púes la Santísima Virgen promete la curación aquel que se lave la cara y los pies con dicha agua; pero José Mary ni se ha lavado ni ejercitado su voluntad, púes estaba como un tronco cuando le lavé. Su respuesta fue: “pero Usted ha hecho de padrino”.
Al siguiente día el P. Basilio A., ministro de la Comunidad, ordenó que no pasase por la Policlínica.
El domingo siguiente vino a Casa procedente de Londres el Hermano Manuel E., misionero de Gujarat, residente en Ahmedabad que fue a comprar unas piezas para la imprenta que tiene en la India. Le acompañaba por la Gran Vía de Bilbao, y junto al Corte Inglés, me hizo le narrase lo ocurrido con José Mary, y al terminar esa narración me añadió: “el Hermano Pascual U. no sabía que cuando le lavó la cara y los pies al Hermano José Mary era ya cadáver”. Le respondí: púes hemos resucitado a un muerto sin darnos cuenta.
NOTA.- En la Policlínica de San Antonio de Bilbao nadie fallece oficialmente en ella. Cuando acaece una defunción, al de media hora aproximadamente, de acurdo con los familiares del difunto, ponen el cadáver en una ambulancia para su traslado a destino, donde finalmente se certifica su defunción ya en tránsito o a su llegada.
Loyola (Guipúzcoa) XI/1973
Firmado: Pascual- Manuel U. s.j.
1º Vienes de mes 3 de agosto de 1973
Este verano en Guetaria (Guipúzcoa) salí de paseo el P. Luis Mª. E. y A. por la mañana, hacia el Puerto. Pasamos por el túnel que estaba fresco y agradable por lo que nos detuvimos en él un rato. Me manifestó que se encontraba como si estuviese dormido y de pie. Avanzamos por la defensa del mar hacia el viejo Astillero de Paco L., donde nos sentamos en unos tablones que los dispusimos para tal efecto. Me comunicó que le agradó la intervención que tuvo un Padre en la Misa concelebrada, hablando sobre la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. De vuelta hicimos una breve visita al Santísimo en la Iglesia. Por la calle me dijo: ¿“que haría Usted si yo me cayese ahora al suelo”?.
Al día siguiente a las 5, oí voces vascas, me levanté observé a mi alrededor, no vi nada. En el piso de arriba, en el W.C. que estaba cerrado y con luz, entraron por el montante a las 9:30 y allí se encontraba de bruces en el suelo. Tuvo una trombosis cerebral y al tercer día fallecía en la Policlínica de San Antonio de Bilbao, sin recuperar el conocimiento.
Firmado: Pascual- Manuel U. s.j.
Informes: No se aporta
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